jueves, 10 de abril de 2014

Gota a Gota

El cirio de cualquier color se consume lentamente empujado por una latente llama que mueve la ligera brisa. Calienta la cera hasta que licúa una gota que diciendo adiós a su todo salta al vacío. Otras quedarán agarradas a la barra formando extrañas formas, otras pasarán a formar una genial bola de parafina en las inquietas manos de un párvulo nazareno,otra se agarrará a la fina y cara tela de la capa, donde sólo saldrá con estraza churrera o pescatera. Pero nuestra amiga se ha librado, salta sola y se le hacen eternos los escasos dos segundos sueltos en el aire incinesado. Y cae en el adoquín frío y oscuro que le recibe sediento, como el señor que allí lo calzara. El golpe no le duele, se sabe historia. Cae encima de otra gota congénere, de otro color, de otra advocación y probablemente de la misma casa salieran. Tiene suerte que un zapato no la pise todavía fresca y se la lleve lejos evitando así toda posibilidad de descanso eterno. Pero no sucede, allí queda en el gris e inerte bloque de piedra antigua. Mira a su alrededor, confirma su sitio y se queda mirando como su familia cirial se aleja al paso de los sones de una cadena. De repente deja de ver las luces y el nervio recorre su cada vez más reseco cuerpo, miedo. Sucede que pasa encima de ella el esparto de cincuenta suelas y más arriba el armatoste, y más allá, cerca del cielo, un Cristo. Se seca de placer, apenas siente que ciento veinte zapatos musicales  pasan por encima de ella sin hacerle daño ya, incluso varios tacones finos como el pabilo que la amamantó. Y esta gota se queda allí, haciendo historia, como decimos. Pasarán ruedas de coche, ligeras bicicletas, huracanes, tormentas del servicio de limpieza, un indignado caerá a su lado y la mirará apenas unas milésimas de segundo, dos desheredados pelearán por un poco de vino unos metros más allá, seguro que no habrá canicas de niños que resbalen por su lomo ya, y la nieve del frío invierno le servirá de manto sucio, la ciudad cantará sus cuarenta en el suelo donde duerme nuestra amiga.

Y así se suceden los momentos de esa gota de cera que se cayó al suelo, y que con los calores de la primavera ve cerca derretirse y volver a escuchar de nuevo aquellos sonidos y colores que fueron parte de ella misma, y que comparte con otras vecinas de suelo que inmemorialmente tienden la ropa en la parcela de al lado y esperan ansiosas cada año que llegue ese día, anhelando que no se las lleve el tiempo, sintiéndose vivas debajo de la costra, formando parte del mismo universo.



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